Reyes Magos: mitos y verdades
Se acerca el Día de Reyes Magos, o Epifanía, se celebra todos los 6 de enero según las iglesias Católica y Anglicana, e incluye tradiciones y relatos muy especiales.
¿Por qué el Día de Reyes se celebra el 6 de enero?
Al margen de las tradiciones históricas de cada población cristiana, la Iglesia Católica, por ejemplo, fijó la celebración del Día de Reyes para el 6 de enero porque así coincidía con la fecha en que se conmemoraba el nacimiento de Aión, dios patrono de la ciudad de Alejandría, en Egipto, informó la agencia de noticias ACI Prensa.
Pero fue San Agustín (doctor de la Iglesia) quien determinó que la adoración de los Reyes Magos al Niño Dios se celebró 13 días después de su nacimiento (que ya había sido fijado el 25 de diciembre), es decir, el 6 de enero.
¿Eran Reyes? ¿Eran Magos?
El único relato bíblico sobre los Reyes Magos están en el Evangelio según San Mateo, que explicó que los hombres que se presentaron a adorar a Jesús habían partido desde el «Oriente».
Para entender esa indicación geográfica es necesario tener en cuenta que los judíos consideraban que «Oriente» eran los territorios de Arabia, Persia o Caldea.
Justamente en Persia y Babilonia existía la casta de sacerdotes, o «magoi» (que significa «mago» en griego), que tenían conocimientos avanzados en astronomía y buscaban en las estrellas la conexión con lo divino.
Eran, entonces, Sabios de Oriente, sacerdotes y magos, pero, ¿también reyes?
El título se les agregó en referencia al Salmo 72 (10-11), que proclama: «Los reyes de Occidente y de las islas le pagarán tributo. Los reyes de Arabia y de Etiopía le ofrecerán regalos. Ante él se postrarán todos los reyes y le servirán todas las naciones».
Los tres Reyes Magos eran tres… por lo menos
San Mateo dio cuenta de tres regalos en su relato de la visita de los Reyes Magos, así que en los siglos IV y V los estudiosos San León Magno y San Máximo de Turín sugirieron que había tres sabios.
De hecho, el fresco más antiguo de la adoración de los Magos, que es del siglo II, muestra a tres personajes con sus regalos, pero en otras representaciones posteriores llegaron a aparecer muchos más.
«En el siglo III el teólogo Orígenes indicó que los Reyes Magos eran tres, número que acabó por imponerse atendiendo a razones bíblicas, litúrgicas y simbólicas, y que fue confirmado por la Iglesia en el siglo V», formuló José Javier Azanza López, doctor en Historia de la Universidad de Navarra, en España.
Melchor, Gaspar y Baltazar
El relato de San Mateo es breve pero crucial: muestra que los sabios y reyes del mundo conocido fueron a adorar a Jesús. Pero no dice cómo se llamaban ni qué aspecto tenían estos personajes de Oriente.
Recién en un manuscrito de París de fines del siglo VII se les llama Bitisarea, Melchor y Gataspa, informó la agencia católica, y para el siglo IX se adoptaron los motes de Gaspar, Melchor y Baltazar.
Con el tiempo también se le fue asignando a cada sabio su zona del mundo conocido a la que representaban: Melchor se convirtió en el europeo de barba blanca y regalo de oro (para simbolizar la realeza); Gaspar es el asiático que llegó con su incienso (que representa la divinidad), y Baltazar se convirtió en el africano que ofreció mirra, una sustancia que se utilizaba para embalsamar cadáveres (por ejemplo, en Egipto).
La estrella de Belén habría sido una conjunción de planetas
El pesebre que se arma el 8 de diciembre y se retira justo después del Día de Reyes muchas veces lleva una estrella en su parte superior: pero los Sabios de Oriente podrían haber puesto muchos otros cuerpos celestes en ese sitio.
Durante un tiempo se pensó que la estrella de Belén podría haber sido un cometa, pero también existe la hipótesis de que Saturno y Júpiter (los planetas, no los dioses romanos) se habrían cruzado en la constelación de Piscis.
El fenómeno astronómico habría sido interpretado como un anuncio imposible de ignorar.
¿Por qué se dejan zapatos para los Reyes Magos?
La tradición sería cortesía de la cultura holandesa (o neerlandesa) del Siglo XV, informó el sitio Ámbito Financiero.
En ese entonces las personas más pobres llevaban sus zapatos a la Iglesia para que los ricos depositaran allí sus limosnas y al día siguiente, se repartían los «regalos» entre estas familias.