El gol de Ángel Di María en su regreso no alcanzó y Rosario Central empató con Godoy Cruz en un partido con polémicas, emoción y drama

En las cabeceras explotan las bombas de humo amarillas y azules. Se escuchan los fuegos artificiales que caen sobre el río. Se ven los papelitos amarillos caer. De la mano de sus hijas, Ángel Di María sale a la cancha, mientras en la platea lo miran con emoción su esposa Jorgelina, sus padres Miguel Diana y sus hermanas. Parece un partido homenaje, y bien podría serlo, más aún después del penal que cobra el árbitro Pablo Dóvalo, que no revisa en el VAR Gastón Monsón Brizuela y que Fideo convierte con un remate cruzado. Pero no. Aunque las miradas en un Gigante de Arroyito colmado apuntan a un jugador, al dueño de la camiseta número 11, al hijo pródigo, es un partido por los puntos que Rosario Central -el mejor equipo de la tabla anual- no juega bien y que termina en empate con Godoy Cruz en el arranque del Torneo Clausura.

“Gracias Chiqui”, se lee en la bandera celeste y blanca colgada en una de las plateas del estadio. Chiqui es Claudio Fabián Tapia, el presidente de la AFA que ocupa uno de los palcos y que ingresa al césped antes del pitazo inicial para homenajear a Di María. Porque antes del fútbol, hay reconocimientos al campeón del mundo en Qatar.

Aunque es el último de la fila de los jugadores de Central, es enviado al centro del mediocampo, junto a los árbitros, cuando en la pantalla gigante aparece un video suyo. Está emocionado. No lo puede evitar. Los ojos se ponen rojos, se llenan de lágrimas que no explotan. Tres minutos faltan para el arranque del partido. Entonces, Tapia le da una plaqueta y un cuadro con su línea de tiempo histórica como jugador, con una amplia trayectoria que terminará acá, en Rosario, en su casa.

El jugador de 37 años que volvió al fútbol argentino después de 18 tarda apenas un minuto y medio en tocar su primera pelota e intenta lo de siempre, su marca registrada. Bien recostado en el sector derecho, empieza a encarar hacia el centro del área con la intención de sacar el remate, pero lo tapan justo. No tarda, sin embargo, en dar pinceladas de su fútbol, ese que lo hizo campeón 30 veces a nivel clubes y otras cuatro con la Selección Mayor, aunque con la albiceleste también se colgó un oro olímpico y ganó un Mundial Sub20. A los 17 tiene su primera oportunidad frente al arco, pero Petroli se hace gigante y con todo su cuerpo evita que el remate llegue a la red.

Malcorra, el dueño de las 10 y de las pelotas paradas hasta el último partido, tiene que aceptar que ahora el juego ya no solo pasa por su pie y vaya si tiene motivos para descansar tranquilo en su compañero: del botín de Di María sale ese centro que parece puesto con la mano a la cabeza de Quintana a los 25 y la habilitación a los 34 para Véliz, otro regreso de peso en el Canalla.

Aunque no necesita ayuda para marcar la diferencia, la recibe de un árbitro que se acostumbró a recibir designaciones para dirigir a Barracas Central y de un encargado del VAR con actuaciones polémicas en el Federal A y Primera Nacional. Fue a los 30 minutos, 22 después de tirarse en el área al sentir el contacto de Morán y recriminar que el defensor del Tomba no buscaba disputar la pelota. Al marcar el punto penal, Dóvalo asegura que hay sujeción de Barrea a Véliz y lo amonesta.

Desde Ezeiza, el VAR no lo corrige. Y en el césped, Malcorra, habitual encargado de los penales, no toma la pelota porque ya la tiene Di María. Con un remate esquinado a la izquierda del arquero, se saca la camiseta y dibuja con sus dedos un corazón. Acaba de marcar nuevamente con la camiseta de Central después de 18 años y 25 días (desde aquel 16 de junio de 2007 en el que le convirtió a Colón).

La mochila se descarga. El estadio se desarma en una nueva ovación, la cuarta de la tarde porque ya el “Fideo, Fideo” había bajado en la entrada en calor, en la salida de los equipos y en el entretiempo. Pero la película no tiene final feliz. Un pisotón en el final lo saca de la cancha en camilla, tomándose la cara. “Me mató”, dice cuando se sienta en el banco para que le pongan hielo en la tibia derecha, aunque enseguida le levanta su dedo pulgar a Holan para darle tranquilidad. Desde afuera, sin poder hacer nada más que lamentarse, ve cómo Godoy Cruz amenaza con un tiro al travesaño y, pese a quedarse con diez por la roja a Daniel Barrea, le empata el partido en el quinto minuto adicionado tras una falta en la mitad de la cancha, que se reanuda con la salida de Petroli y se cierra con el gol de Poggi. Central no merecía ganar pero Di María así lo soñaba. Deberá reintentarlo.


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