El arte del telar, cada vez más vivo en las nuevas generaciones de tejedores
El arte textil representa un medio de vida para muchos artesanos y, para alegría de todos, asegura larga vida a la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho.

En Belén, cuna del poncho, cada vez hay más jóvenes tejedores, algunos continúan con el legado que heredaron de sus ancestros y otros lo aprenden de sus pares.
Hoy en día asegura que es lo que más le gusta hacer, además de lograr los colores con los tintes naturales como el rojo y el rosa que lo obtiene de la cochinilla y los tonos marrones, amarillos y naranjados con jarilla.
“Incluso hasta ahora estamos descubriendo plantas con las que se pueden lograr colores y que no hay ningún libro ni nada, y a veces nos vamos al campo y buscamos de ahí. Para mí no hay como la hoja del nogal, para mí es el mejor color, te da un tono doradito, un beige muy bonito”, sostuvo.
Los hermanos José, Saúl y Jaime Suárez, de Laguna Blanca, tejen desde chicos y en todas las generaciones de su familia todos lo hacen.
“Nuestras abuelas, nuestra madre, mi hijo Jeremías de 17 años y mi hija Macarena de 14 años saben hilar y tejer; los más chicos de 6 y 8 años ya quieren ovillar, y el año pasado ganó como mejor poncho de vicuña mi esposa y este año mi hermano Saúl”, contó orgulloso José.
Los hermanos Suárez aclaran que el aprendizaje para hacer una prenda de vicuña requiere de tiempo y práctica.
“Comenzamos tejiendo con lana de oveja y llama y un año después más o menos ya tejemos en lana de vicuña”, contaron y comentaron que en Laguna Blanca cada vez más jóvenes se dedican al arte textil.
Acerca de los diseños, el ojo de perdiz aseguran que es el más complejo de aprender, al igual que la técnica para tejer doble faz.
“Cuando uno le pone ganas se aprende todo y sale rápido. A nosotros, además de combinar con guardas y cuadros, nos gusta crear. Hicimos un diseño similar al ojo de perdiz, que estamos viendo si le ponemos de nombre flor de puna”, señalaron.
Milena Gutiérrez tiene 24 años y es la hermana de Yamil, el ganador del mejor poncho de la edición 2024.
“Nosotros somos diez hermanos, la más chica tiene 21 años y la más grande 41 años. En la familia unos tuercen, otros hilan, otros ovillan y otros urden, y hasta mi sobrino de 11 años sabe tejer. Yamil es el más ‘Pro’; con mi mamá son los que mejor les salen los colores, los diseños y las guardas”, contó.
Los testimonios de estas nuevas generaciones de tejedores y tejedoras muestran que, en Catamarca, el arte textil goza de buena salud, representa un medio de vida para muchos artesanos y, para alegría de todos, asegura larga vida a la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho.
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