Boca le ganó a Talleres con un doblete de Merentiel y se metió en los cuartos de final del Clausura

Uno de los más evidentes síntomas de la mejoría de Boca de las últimas semanas fue haber asistido al modo en el que la gente despidió al equipo cuando dejó la cancha rumbo al vestuario en el entretiempo de la victoria ante Talleres. Estaba influido el ambiente, es cierto, por el penal que segundos atrás Agustín Marchesin le había atajado a Mateo Cáceres, aunque más allá de ese detalle y del triunfo parcial en un partido bravo para el equipo de Claudio Úbeda, la Bombonera de fin de 2025 poco tiene que ver con la que atravesó todo el año.
El punto de partida para analizar el partido puede resultar caprichoso, pero lo cierto es que mucho de lo bueno que le está pasando al Xeneize tiene que ver con lo anímico. Con un cambio de aire que se advierte y se transmite desde adentro hacia afuera y viceversa. En este caso, a pesar de que esa primera etapa no fue precisamente propia de un trámite en el que Boca la haya pasado bien. Al contrario, el atrevimiento de Talleres se impuso desde el comienzo, con una superioridad numérica en la mitad de la cancha que motivaba a Leandro Paredes y Milton Delgado a desdoblarse por demás, y que encontraba en la movilidad de Ulises Ortegoza el eslabón perfecto para acelerar los ataques y volver peligrosos a los de Carlos Tevez. Tanto es así que en los primeros 6 minutos, la T tuvo ¡cinco! aproximaciones de cierto riesgo.
Claro, esa postura de la visita (por momentos parado con su última línea en la mitad de la cancha), hacía prever que en cuanto Boca acertara tres pases el peligro cambiaría de arco. Y eso fue lo que ocurrió justo antes de los 10 minutos, cuando Merentiel quedó en buena posición entrando al área pero prefirió dejar más solo aún a Milton Giménez. El 9, en una noche desangelada para él, le erró al arco. Y la cosa siguió igual. Nuevamente, el Boca de antes habría sentido esa chance desperdiciada como una señal de adversidad, algo que en este contexto no pasó ni por asomo.
Para cuando Boca sacó ventaja (otra vez con la fórmula de un córner de Paredes), el partido se había puesto mucho más disputado, con Boca repitiéndose en la fórmula de los centros desde la izquierda de Lautaro Blanco, aunque Talleres seguía presionando bien y llegando con peligro, como cuando Ortegoza quedó mano a mano con Marchesin y el arquero xeneize demostró con su atajada que para él también las malas empezaron a quedar atrás. Hasta el gol, con el rebote en el ángulo del arco de Herrera tras el buen cabezazo de Di Lollo, le quedó merced a la Bestia para poner el 1 a 0. Luego llegó el penal, por la torpe cobertura defensiva del Changuito Zeballos ante el centro atrás de Schott. Y la continuidad del camino de redención de Marchesin con su atajada clave.
Como ante River, el inicio del complemento fue con gol de Merentiel, esta vez definiendo con precisión el buen centro de Blanco. Y casi que el partido ahí se terminó. ¿Por qué? Porque Boca parecía conocer el libreto de la película, entre el cómo destrabó la desafiante noche y -sobre todo- por haber aprendido la lección de noches como las de Central Córdoba y Belgrano no mucho tiempo atrás.
Los de Tevez intentaron, pero ya eran un equipo disminuido. Sin claridad, sin sorpresa. Y sin haber sabido aprovechar su momento. Boca, otra vez, pudo golear y otra vez hubo mucho de su 9 para que no lo logre. Sí hubo tiempo para un poco de fútbol de otro nivel cuando entró Ander Herrera y se encontró con Paredes y Cavani en una triple pared que después terminó en la nada. Y minutos de sobra para que la gente delire y se siga ilusionando con un fin de año que no estaba en los planes de ninguno de los que semana a semana -hace tan sólo unos meses- despedían al equipo a puro insulto, y dos veces por partido.


