Boca goleó a Newell’s 5-0, un triunfo que se celebró en todos los ámbitos del club
Nuevamente sin Russo y dirigido por Claudio Úbeda superó al conjunto rosarino por los goles de Milton Giménez (2), Costa, Aguirre y Lautaro Blanco

Por noventa minutos, Boca barrió todos sus problemas bajo la alfombra y se reencontró con una versión que hacía tiempo no exhibía: intensa, efectiva y sin presiones. Ignoró el ruido, las tensiones y el mal clima de la semana, y se regaló una noche redonda en la Bombonera: goleada desde el primer tiempo, líder de la Zona A y segundo en la tabla anual, en puestos de clasificación a la Libertadores. Todo, en medio del delicado momento de salud de Miguel Russo, que otra vez no estuvo en el banco, y tras las declaraciones de Juan Román Riquelme que habían generado revuelo. El rival, Newell’s, fue la otra cara del partido: el 5-0 dejó en evidencia por qué está penúltimo en la tabla y a nueve puntos del descenso, con apenas un triunfo en los últimos ocho encuentros.
Boca liquidó a Newell’s con la rapidez de un trámite. Mostró un nivel similar al de hace dos fechas ante Central Córdoba, pero esta vez mantuvo el control durante más tiempo, fue más efectivo y se enfrentó a un conjunto sin reacción, que demoró 40 minutos en exigir a Marchesin. Para entonces, Boca ya había bajado un poco el ritmo, tras un primer tiempo intenso, sobre un terreno rápido a causa de la lluvia. Más allá de la debilidad de su adversario, el equipo de Claudio Úbeda redondeó su mejor actuación del campeonato, con dos goles de Milton Giménez en plena sequía generalizada de sus centrodelanteros y frente a las críticas por la falta de fluidez y solidez en el juego.
Boca hizo que los papeles de Newell’s se quemaran demasiado rápido. En la cuerda floja, Fabbiani modificó el esquema para visitar la Bombonera: sumó un zaguero -Noguera- para armar línea de cinco y sacrificó un punta -Benedetto-. Una decisión lógica, considerando el momento del equipo y el esquema de Boca, con doble 9 -Merentiel y Giménez- y dos volantes por afuera, Aguirre y Velasco. Pero Newell’s fue conservador solo en la intención, no en la ejecución. Quedó claro con el primer gol: Barinaga superó con facilidad a Montero y su centro al corazón del área encontró al ex Banfield libre para imponerse entre Lollo y Mosquera.
Boca dominaba en todas las líneas. Recuperaba rápido, mantenía posesiones largas y manejaba la pelota con criterio. Filtraba pases por el medio con Paredes y Battaglia, y rompía por afuera con Velasco y Aguirre. Contaba además con dos puntas inspirados: Merentiel y Giménez, que esta vez se complementaban a la perfección. Jugaban uno para el otro, se buscaban, se asociaban y también abrían espacio para generar peligro constante. Así llegó el 2-0: Giménez se la jugó en el área y tocó atrás para Merentiel, que no pudo definir en la primera instancia; el rebote del arquero volvió a él, y Giménez facturó.

Boca no precisó brillar para aplastar a un Newell’s flojísimo en lo futbolístico y con la moral por el piso. Bastó con que cada jugador cumpliera su rol, con orden, dosificando energías, leyendo los momentos del partido y no perdonando cada vez que percibía una falla del rival. Así llegaron los goles, como el 3-0 de Ayrton Costa: una pelota que parecía perdida, que el zaguero peleó ante Mosquera y coronó tras el disparo de Giménez. Boca sentenció el partido en el primer tiempo, pero siguió metido, impulsado por sus hinchas -que armaron un clima de fiesta bajo la lluvia- y por las propias fragilidades de Newell’s, que en el segundo tiempo tampoco presentó oposición y hasta facilitó los goles del Xeneize. A los 4 minutos, un centro de Lautaro Blanco se desvió en Lollo y entre Montero y Aguirre empujaron la pelota en la línea. Y a los 15, el ex Central sacó un tiro rasante que se coló increíblemente entre las piernas del arquero.
Con el 5-0, el partido se hizo largo para el espectador, aunque en la cancha Boca parecía no querer que terminara nunca. Cada jugador buscaba su gol ante un Newell’s que cometía errores que otros rivales raramente conceden, y Merentiel no quería irse sin convertir el suyo. El equipo tuvo más chances, pero en el final ambos bajaron el ritmo y firmaron un pacto tácito de no agresión: Boca ya estaba hecho, y la Lepra parecía resignada a que la noche no fuera aún más catastrófica. En el banco estaba Cavani, que regresaba de una lesión en la cadera, pero su presencia fue apenas simbólica: ni siquiera se calentó para entrar y terminó sin jugar, aunque el partido ya estuviera liquidado. Hacía tiempo que Boca no cerraba una noche tan tranquila en casa, donde no había ganado por más de dos goles desde aquel 4-0 a Defensa y Justicia en febrero.
Lo mejor del partido
En el final, solo hubo tiempo para que los hinchas le obsequiaran un aplauso a Darío Benedetto, que ingresó en el entretiempo y casi no tocó la pelota. También para recordarle a Fabbiani el descenso de River y para empezar a calentar el clásico que se jugará el 9 de noviembre en la Bombonera. Para Newell’s, todo fue un padecimiento, del primer al último minuto.
Esta vez, la alegría fue toda de Boca: un triunfo sanador que se celebró en todos los ámbitos del club, desde la cancha hasta los palcos, los pasillos y los vestuarios, y que volvió a darle al equipo la seguridad de que, aun cuando todo parece estar mal, todavía puede esperanzarse con algo mejor.