«Vieron una vaca y se murieron»

EDUCACIÓN SEXUAL. BRIZUELA ATRIBUYÓ LA MORTANDAD DE LOS TOROS DEL «PLAN TOROS» A LA CASTIDAD DE LOS ANIMALES.

A Jorge Lanata le habrá decepcionado que lo más comentado del informe sobre Catamarca que difundió el domingo en su programa «Periodismo para todos» (PPT) hayan sido las apreciaciones de Eduardo Brizuela del Moral sobre la sexualidad bovina. Al referirse a los toros del promocionado Plan Toros, el ex gobernador dijo que eran animales «criados en pesebre, a los que sólo les sacaban semen para inseminación y nunca habían visto una vaca. Los dejaron sueltos y cuando vieron una vaca se murieron». Les daban «ataques al corazón», abundó. Vaya a saberse de qué simposio veterinario sacó la teoría, que amerita un debate al menos por su originalidad. Lo letal de la virginidad en los toros reproductores es ciertamente una novedad científica, aunque no deba descartarse, para honra de Catamarca, alguna incidencia del ardor amoroso de las vacas provincianas en la mortandad toruna. No, m’hijito: acá ningún toro va a venir a hacer fuego con chamizas, por más pampeano y de raza que sea. Tanta propaganda para aflojar apenas el hembraje se les alborota un poco. Para la próxima hay que traerse unos toros más corriditos, que no se apichonen a la primera ubre.
No se le requirieron opiniones a Brizuela, en cambio, acerca del nepotismo, otro tema polémico que el informe tocó. Ocurre que, si bien es cierto que existe y que es nefasto, no lo es menos que se trata de un vicio republicano endémico, que integra la cultura política catamarqueña desde que se tiene memoria. Ninguna facción política ha dejado de incurrir en él con entusiasmo cada vez que le tocó agarrar la manija de la administración pública. No puede objetársele a Lanata que lo señale y subraye, pero es notorio que ninguna figura de la política realizó manifestación alguna al respecto. Indudablemente, son muy pocos los que podrían hacerlo sin pisarse la cola. Saadistas, castillistas o brizuelistas, todas las administraciones que precedieron a la actual fueron enfáticamente nepóticas. Acaso alguna podría adjudicarse grados menores de nepotismo y compadrazgo, pero ninguna abstinencia. Poco espacio hay entonces para las críticas mutuas entre las facciones al respecto. El radicalismo, en especial, perdió autoridad para hacerlo cuando incurrió en nepotismo cuando llegó con promesas explícitas de erradicarlo. Lo mismo le pasó con la reelección indefinida que tanto criticó.
Esta coincidencia conceptual en lo que hace al nepotismo habilita una revisión de características culturales que los catamarqueños se apresuran a atribuir exclusivamente a sus políticos, como si estos fueran marcianos. No se trata de exculparlos -difícil, si no imposible meta-, sino de cuestionarse como comunidad, que nunca está de más. PPT expuso la situación del intendente de Recreo Daniel Polti, quien continúa en su puesto a pesar de haber sido condenado por un aborto. Reprochable sin dudas, pero hubo un elemento aún más lamentable en el fragmento dedicado al tema. La madre de Verónica Ibáñez, la joven muerta en la práctica abortiva, se quejó en cámaras porque Polti no había cumplido con la designación de sus hijos en planta permanente en la municipalidad de Recreo, compromiso que el intendente habría asumido para que ella desistiera de acciones judiciales. La pobre condición de esta mujer acaso pueda servir de atenuante, pero lo que dijo exhibió un deterioro ético profundo: renuncia a la Justicia por la muerte de su hija a cambio de puestos en la administración pública; o desde otra perspectiva: para ella la Justicia por el crimen de su hija equivale a dos puestos en la administración pública. Los políticos pueden seguir intercambiando hipócritamente acusaciones, pero la sociedad catamarqueña haría bien en preguntarse cuánta responsabilidad le cabe por situaciones como las que esta madre de una víctima fatal de aborto admitió sin mayores pruritos. Si la ética es el conjunto de costumbres y normas que dirigen y valoran el comportamiento humano en una sociedad, habría que preguntarse qué ética se ha edificado, y se sigue edificando, en Catamarca.
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