Cristina, Axel y una provincia a la deriva electoral
La pelea al interior del kirchnerismo no cede, mientras la ex presidenta prepara una nueva etapa en el partido. Kicillof y el desafío de no ser “albertizado”. El Gobierno negocia eliminar las PASO y suma cambios a las reglas electorales. Las proyecciones sobre Trump-Harris
“¡Ganamos por un voto! ¡Gracias María!”. El autor de la ironía es uno de los principales impulsores de la candidatura a presidenta del PJ de Cristina Kirchner. Y la referencia, está claro, es a la decisión de la jueza electoral, María Servini, quien bajó de un plumazo al único rival en la interna. Es un chiste extendido dentro del peronismo, desde hace décadas, que la verdadera mandamás del partido es la titular del Juzgado Federal 1.
Desde ese nuevo sillón, la ex presidenta va a intentar reconstruir su liderazgo. El mensaje es desempolvar el sello, movilizar a los afiliados con actividades y una rediscusión programática. Es más: hay planes para hacer una reforma en la sede de Matheu 130, un edificio que se quedó en el tiempo, al que ella pretende darle su impronta, con murales incluidos.
El principal costo interno que tuvo la coronación de Cristina fue el método. No pudo imponer sin chistar su voluntad, como en otras ocasiones, y quedó expuesta la diferencia que venía latente con Axel Kicillof desde hacía meses.
A principios de marzo, cuando en medio del escándalo por los seguros Alberto Fernández pidió licencia al PJ, ella se opuso a que asumiera Cristina Álvarez Rodríguez (le correspondía, dado que era vicepresidenta primera) porque la habían convencido de que podría ser una jugada para que le cediera el lugar al gobernador bonaerense.
Por eso, se decidió hacerle un “poder” a Juan Manuel Olmos, actual presidente de la Auditoría General de la Nación, para que lleve los hilos del PJ. Hay que prestarle atención a los buenos oficios de este operador todoterreno porque por estas horas lo sindican como el nexo con Karina Milei en las conversaciones para eliminar las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). De avanzarse en ese sentido, sería un cambio rotundo, que se suma a la boleta única de papel, aprobada por el Congreso hace un mes.
El Gobierno anunció que quiere ponerle fin al esquema que implica ir a las urnas dos veces, en agosto y en octubre, pero no cuenta con los votos. En este caso, el PRO se convirtió en un escollo cuando avisó su rechazo ya que ese mecanismo le resulta conveniente para las legislativas del próximo año. Es decir, el mejor socio de La Libertad Avanza dice que no. En este escenario, se tomaron dos decisiones:
- Exponer públicamente el gasto y el despliegue que significan las PASO.
- Sondear a otros espacios políticos, incluido el kirchnerismo.
¿Cristina podría apoyar la muerte de un sistema que ella diseñó? Nadie da una respuesta contundente, como tampoco refieren que Olmos actúe en su nombre. Otro asunto que se analiza en paralelo es la fecha de los comicios, una potestad que podría quedar delegada en el Poder Ejecutivo, si se retoca la ley. ¿Adelanta Milei el calendario? Sería sorpresivo porque en la cuenta de la Casa Rosada, en rigor, creen que la economía podría mostrar signos decisivos en la segunda mitad del 2025.
El kirchnerismo apunta todos sus cañones a la provincia de Buenos Aires, donde construyó la base de sustentación de su proyecto político. La pelea con Kicillof, lejos de aplacarse, tomó vuelo a partir de una seguidilla de declaraciones de figuras de La Cámpora. El senador Wado de Pedro y los intendentes de Quilmes, Mayra Mendoza; y Lanús, Julián Álvarez; le hicieron recriminaciones públicas personales, políticas y de gestión.
El grupo que sostiene a Kicillof tiene ahora un desafío: si deja que lo acorralen y crezcan los ataques, se “albertiza”. Si responde con hechos (como echar funcionarios), abre una guerra sin cuartel. De fondo, está la pulseada por quien define los candidatos en las listas el año que viene y cuál es la opción rumbo a 2027.
La modificación de las reglas electorales hará lo suyo. A priori, por las características de la boleta única, podría concluirse que se diluye el efecto arrastre. De realizarse el mismo día la elección nacional y provincial, convivirán dos tipos de boletas, lo que termina de licuar la importancia de la lapicera. Con que tres o cuatro intendentes de una misma sección se pongan de acuerdo, arman una boleta corta con sus candidatos a legislador y concejal sin necesidad de acordar con Cristina ni nadie.
Del otro lado, Santiago Caputo tendrá a su cargo las alquimias electorales, siempre en una mesa compartida con Karina, quien se nutre especialmente de los aportes de Lule Menem. El asesor presidencial, vértice ejecutor del “triángulo de hierro”, suele escuchar escenarios y pronósticos que le dibujan interlocutores de diversas extracciones. Dice poco en esas charlas (o dice cosas poco relevantes) con lo cual nadie sabe a ciencia cierta si “compró” alguna de las ideas que le expresan.
LLA no tiene figuras taquilleras en provincia, el único gran elector es Milei, por eso empiezan a instalar distintos voceros: José Luis Espert, Agustín Romo, Nahuel Sotelo, Juliana Santillán, y habría que sumar a Diego Santilli, cada día más pintado de violeta. No mueven, igual, el amperímetro.
En el medio, el conurbano transita una situación social fatídica desde hace años. Seis de cada diez personas son pobres, según datos del primer semestre de 2024 informados por el Indec.
El “ajuste más grande de la historia”, como define el propio Milei, golpeó fuerte en sectores medios y bajos pero no encendió el polvorín. En los barrios más humildes, la Asignación Universal por Hijo (AUH), sumado a las ayudas provincial y municipales hicieron un dique de contención que frenó desbordes.
“Hay pasividad”, describen desde uno de los municipios de la poderosa tercera sección electoral, gobernado por el peronismo. La resignación llega también a los dirigentes del PJ que ven que el gobierno nacional, contra sus pronósticos, sigue en pie.
El grueso de los sondeos advierten una recuperación de la valoración de gestión, tras la caída de agosto y septiembre. De acuerdo con una encuesta de Aresco, la imagen positiva de la administración Milei subió a 52,5% a nivel nacional, luego de haber bajado a 49,6% en septiembre.
En la provincia de Buenos Aires, la aprobación del desempeño del gobierno nacional está en 48%, según un relevamiento de Augusto Reina, en la primera quincena de octubre. Si se desagrega por nivel socioeconómico, se dibuja una especie de escalerita: en el nivel más alto, la apoya el 62%, muy por encima del promedio; en el segmento medio, el 50%; y en el más bajo, el 40%. Es decir, a medida que baja el ingreso, baja el respaldo.
Rige el desconcierto en el territorio sobre esos números. En varios distritos la entrega de alimentos a comedores y bolsones tuvo su pico en el verano y luego se mantuvo regular a lo largo de los meses. El dato más saliente fue que jubilados se acercaron a solicitar auxilio.
En otros hay una mínima señal de mejora. En un municipio de zona oeste, por ejemplo, en septiembre se registró un descenso en la demanda de comida.
Otro parámetro que observan los intendentes es la recolección de basura. En un distrito de zona norte viene 10% abajo en toneladas comparado con el año pasado, lo que indica un menor consumo. “También notamos más rotura de bolsas para buscar restos de comida”, describe un jefe comunal de zona norte.
En la Iglesia también monitorean la temperatura social a partir de su red. “Veo mayor conflictividad. No alcanzan los ingresos y los descontentos están cada vez más descontentos”, sostiene un referente que camina los barrios, al tiempo que destaca que Milei aún tiene apoyo sobre todo de los jóvenes.
“Este mes nos mató. Espero que no gane Trump”, dice, a modo de ruego, un dirigente del peronismo bonaerense. Se refiere al clima de “éxito” que envolvió a la Casa Rosada a partir de la consolidación de la imagen del Gobierno y de indicadores macroeconómicos positivos.
Efectivamente, una victoria del republicano en Estados Unidos sería festejado como propio por los libertarios que adhieren al MAGA (Make America/Argentina Great Again). Aunque eso más no sea un insumo para la batalla cultural y, en los hechos, no signifique mayores diferencias para la posición del país.
Los chicos de Move, la consultora que sirve de guía al Gobierno, imaginan distinto desenlace. Mientras Santiago Caputo cree que gana Trump –“el momentum está de su lado”, se le escuchó vaticinar–, dicen que Rodrigo Lugones considera que, si los números son tan parejos como se advierte, “el sistema” hará que se imponga Harris. ¿Cuál de los dos la ve?