A tres semanas de las PASO, qué indican las experiencias anteriores en primarias
Las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, son relativamente jóvenes en Argentina, un país de más de dos siglos de historia en los cuales apenas seis veces se aplicó este sistema, creado en el 2009, tras la aprobación de la Ley N.º 26.571.
En las PASO se definen básicamente dos cuestiones: qué partidos están habilitados a presentarse a las elecciones nacionales, que según la ley son aquellos que obtengan al menos el 1,5 % de los votos válidamente emitidos en el distrito de que se trate para la respectiva categoría, y la lista de candidatos que representará a cada partido político, de ahí lo de interna abierta.
Las PASO son una suerte de estadío intermedio para el mundillo político, ya que exige máxima atención pero a la vez no define la puja por el poder. Para todas las fuerzas políticas, en cierto aspecto, representan una incomodidad, porque consumen recursos que no resuelven la disputa real, y demandan un enorme esfuerzo -cualquiera sea el resultado- sólo para atravesar una instancia previa a la elección definitiva.
En otros países el mecanismo está perfectamente aceitado e instalado, pero en Argentina sigue generando dudas y resquemores, como que en los meses previos siempre se coquetea con la idea de suspenderlas.
Intereses coyunturales al margen, las primarias son buenas y sanas, en la medida que reducen la dedocracia partidaria, y en buena medida abren el juego.
Posiblemente se sigan perfeccionando con el tiempo, hasta anular por completo los cuestionamientos que todavía perduran.
Pero al margen de esa situación, cabe otro análisis, que también desvela a los políticos: ¿hasta qué punto pueden tomarse como decisivos para la general los números que arroje la primaria?
Además de definir candidaturas (este 13 de agosto habrá competencias reales, tanto a nivel nacional como provincial), las PASO serán, a dos meses de la elección general, un fabuloso sondeo, concreto e indiscutible, sobre el parecer del electorado en su conjunto.
Es sabido que a los efectos de resolver quiénes serán las próximas autoridades, ejecutivas o legislativas, las PASO no tienen peso ni valor alguno: los únicos números que se considerarán para ello son los del escrutinio de la general.
Sin embargo, el impacto de los resultados de las PASO tiene una influencia innegable, lo que lleva a la pregunta central: ¿La elección se define en las primarias? ¿Cuántas posibilidades hay de que cientos de miles de votantes cambien diametralmente de parecer en apenas ocho semanas? ¿Existe la posibilidad real de que una fuerza que arrasa en las PASO caiga derrotada sin atenuantes a la hora de la verdad?
Se dice que a la mayoría de los ciudadanos no le gusta votar perdedores, y que una victoria en las primarias tiene más fuerza que cualquier otra jugada proselitista.
Se dice también que el perdedor se desmoraliza, el resto del camino se le hace cuesta arriba, y es todo un acertijo el comportamiento de los precandidatos que quedan afuera de la discusión en la votación de primer término, en los casos donde se enfrentan postulantes de un mismo color político.
Existe también la posibilidad de un desastre de última hora, un yerro en la campaña que genere un repentino y masivo rechazo.
Pero, en todo caso, esa clase de catástrofes políticas siempre está latente, y no se relacionan directamente con las PASO.
Lo que jamás debe dejar de tenerse presente, es que la política en general y el comportamiento del electorado en particular, no forman parte de una ciencia exacta, y responden a múltiples factores afectados por innumerables condicionamientos propios de cada contexto.
De ese modo, dejar una silla vacía en el debate porque la ventaja que llevaba sugería que era mejor no arriesgar, le funcionó muy bien a Carlos Menem contra Eduardo Angeloz en 1989, y muy mal a Daniel Scioli contra Mauricio Macri en 2015.
Aquí no hay fórmulas mágicas, seguros ni garantías: se trata de una lectura dinámica, que obliga a prestar atención a las señales ciudadanas de manera constante, con una combinación de acierto y buen criterio en el juego de acción-reacción.
A falta de cálculos que acerquen a una respuesta concluyente, la opción que queda es revisar los antecedentes, y repasar el comportamiento de los argentinos, estableciendo cuánto cambio su comportamiento entre una elección y otra, desde que las primarias se pusieron en práctica en el país.
En las primarias de 2011, Cristina Fernández de Kirchner, precandidata a presidenta, obtuvo el 47,98 por ciento de los votos, aplastando a sus rivales, ninguno de los cuales llegó al 12 por ciento: Ricardo Alfonsín fue segundo con el 11,65 por ciento, seguido por Eduardo Duhalde con el 11,57.
En la general Cristina sacó aún más votos, y consiguió la reelección con un abrumador 54,11 por ciento. Sus seguidores inmediatos en las PASO se derrumbaron y terminó segundo Hermes Binner, con un lejano 16,81 por ciento.
En las primarias de 2013, con el peronismo dividido, el kirchnerista Frente Para la Victoria ganó con el 26,31 por ciento de los votos, seguido por el también peronista Frente Renovador con el 13,54 por ciento. Ninguna otra fuerza llegó a los dos dígitos.
En la general ganó el FPV con el 32,82 por ciento, segundo quedó el Frente Progresista con el 24,37 por ciento, y el Frente Renovador, aunque incrementó sus votos, cayó al tercer lugar con el 17,75.
En la presidencial de 2015 sucedió algo particular: Daniel Scioli, con el FPV; ganó la primaria y la general, pero perdió el ballotage.
En las PASO se impuso a Macri con el 36,69 por ciento de los votos contra el 28,57. En la general volvió a ganar, con el 37,08 por encima del 34,15 por ciento de Macri, que se acercó, forzó el mano a mano y lo ganó.
En 2017 Cambiemos ganó las PASO cómodamente con el 47,06 por ciento de los votos y en las generales aprovechó la división del peronismo para obtener una lapidaria ventaja: sacó el 41,75 de los votos contra el 19,81 de Unidad Ciudadana (kirchnerismo) y el 13,71 por ciento del Frente Justicialista (peronismo no kirchnerista).
En 2019 el Frente de Todos, ya con el peronismo unido, aplastó al macrismo en las PASO con el 47,79 por ciento de los votos contra el 31,80 de Macri, diferencias que se redujeron sensiblemente en la general, tanto que Fernández se impuso a Macri con el 48,24 por ciento de los votos al 40,28 por ciento de Juntos por el Cambio.
Con cambios en los porcentajes (el máximo ejemplo es la notable remontada de Macri en 2019) y alteraciones en el orden de las segundas y terceras fuerzas, hasta aquí hay un hecho objetivo: el ganador de las primarias fue después –siempre- el ganador de la general, y exactamente lo mismo sucedió en Catamarca en 2013, 2015, 2017, 2019 y 2021.
¿Es imposible entonces revertir el resultado de las PASO? No. Sucedió pocas veces, pero sucedió.
En 2017 en San Luis, Héctor Poggi le ganó a los Rodríguez Saa por 20 puntos en las PASO, y perdió por 10 puntos la general.
En La Pampa, ese mismo año, Cambiemos se impuso al peronismo por 11 puntos en las PASO, y cayó en la general por 9 puntos.
Albor Cantard ganó cómodo las PASO santafesinas de 2017 y perdió la general con Agustín Rossi por un punto.
Y hace cuatro años, Macri dio vuelta el resultado de las presidenciales en cuatro provincias (Entre Ríos, Santa Fe, Mendoza y San Luis) sumando más de dos millones de votos a la cantidad reunida por él mismo en las primarias, aunque no le alcanzó en la sumatoria nacional.
La historia demuestra así que las PASO no son determinantes al ciento por ciento, pero revertir el panorama en ocho semanas deja a los perdedores sólo con la posibilidad de buscar una hazaña.
La gran diferencia de este año con las PASO anteriores es que no se sabe a ciencia cierta quiénes serán el principal candidato a gobernador ni el principal candidato a presidente de la oposición.
Recién en tres semanas (tres semanas y un día, para ser exactos), se conocerá la verdadera grilla de partida para la carrera presidencial y por la gobernación catamarqueña.
Con ese detalle esencial sin resolver, difícilmente pueda revelarse a mediados de agosto lo que ocurrirá en octubre.
El Esquiú.com